sábado, 22 de diciembre de 2018

El silencio de los cobardes. Los cómplices del acoso escolar.

“Ahora lo entiendo todo” dijo el padre de M. cuando pudo ver el vídeo de la agresión a su hijo en el aula. “La culpa no es de ese pobre infeliz que pega e insulta a mi hijo desde hace dos años, lo que me ha hundido ha sido ver a sus compañeros de clase mirando cómo ocurría todo y ninguno hacía nada”.

Leí esta noticia en una red social y me he permitido escribir esta carta como si yo fuese el padre de ese niño acosado y agredido durante dos cursos en un aula de Inglaterra. No he podido ni he querido evitarlo.

“Me han dolido las patadas que le habéis dado en este vídeo a mi hijo tanto como todas las que no se han visto, todas las que no habéis grabado en vuestros flamantes móviles; esas me duelen más porque no sé dónde han sido, ni sé por qué, pero ahora sí sé que la culpa es de todos, desde los que decían ser sus amigos hasta los que alardeaban por wasap de ser sus enemigos, y esos me preocupan menos porque sé por qué lo hacen, porque sé que no dan más de sí y porque sé que es lo único que saben
hacer, joder, humillar, vejar y mofarse de los demás; peor para ellos, ellos son víctimas de sus propios miedos y en cada agresión también se agreden a si mismos sin saberlo. Pero verlo todo, ser espectadores y observar desde hace dos años cómo progresivamente han ido machacando a mi hijo, a vuestro ¿compañero? por el simple hecho de no “caer bien” a los líderes del grupo, lo siento, creo que eso no os lo perdonaré nunca.

Ahora me dirijo a ti individualmente, sí, uno por uno. ¿Cómo quieres que olvide cada tarde que mi hijo ha llorado en soledad hasta que por fin se ha sabido todo? ¿Cómo quieres que acepte que, viendo cómo sufría todo este tiempo, tú no hayas hecho absolutamente nada? Eres un cobarde, me das pena, pero sobre todo me das asco, al menos el que le pegaba no se ocultaba en su silencio ni se escondía tras un anonimato macabra, ese daba la cara aunque eso le delatara, y a sabiendas de que ahora mismo le devolvería yo cada uno de los golpes que le ha dado a mi hijo, a ti, cobarde callado y escondido hijo de puta, todavía tengo que enfriar mis emociones para calcular mi venganza a la medida de tu penosa hazaña. Espero que si algún día necesitas ayuda te hagan lo mismo que tú le has hecho a mi hijo, es decir NADA; espero que si te pasa algo parecido, los demás respondan como tú has respondido, callándote y mirando para otra parte permitiendo ese doloroso vacío, eso sólo lo hacen los cobardes y los miserables.

He visto incluso algunas sonrisas cuando mi hijo trataba de defenderse, he visto miradas cómplices que se interpretan con un “me encantaría darle a mí también”, pero tú no vales para eso, solo vales para callar, para sudar miedo y vomitar bilis de odio; eres lo peor que me ha pasado y creo que lo peor que le ha pasado a mi hijo; tu ignorancia, tu absoluta falta de empatía, de humanidad y de compasión hace que pierda, por cada uno de vosotros, la esperanza de que el mundo sea un lugar mejor algún día. Eres escoria y como tal serás elevado a los altares de la miseria. Te desprecio, te odio con toda mi rabia, mi impotencia y todas mis fuerzas.

Solo quiero que si algún día lo vuelves a vivir, ese día seas más valiente, ese día recuerdes mis palabras y seas capaz de rectificar, y que con dos cojones pidas ayuda sin perder un solo momento; no hace falta que te enfrentes a ningún acosador, eso puede ser hasta poco inteligente, pero no te vuelvas a callar por favor, no alimentes el dolor de un compañero que está sufriendo por culpa de tu lamentable silencio, porque tu silencio es una patada más que recibe cada niño agredido, cada uno de ellos. Si rectificas al menos podremos ayudar a que alguna otra víctima se pueda salvar no digo ya de su acosador, sino de lo peor, de lo que mas huella deja y mas duele, del silencio de los cobardes”.

No es magia, es educación.

Luis Aretio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario